viernes, 28 de julio de 2017

En los 100 años de Gloria Fuertes


   Un día como hoy, Gloria Fuertes hubiera cumplido cien años.Uno de los grandes méritos de su poesía para adultos es su enorme empatía con el lector, su capacidad para humanizar las cosas.    Empleaba un lenguaje coloquial que es más vivo que el estilístico y técnicamente es muchas veces más difícil de plasmar, en ese rescate del lenguaje cotidiano pero que en el poema va más allá, a través de juegos de palabras, dobles sentidos, aliteraciones, el empleo de dichos y refranes.
   Por otro lado, destaca su dominio de la ironía y el humor que siempre tenía un trasfondo de melancolía:
“La gente no nota nada
Qué alegre es Gloria, dicen al paso.
Solo mi espejo sabe que tengo pena de Cristo,
Barba de Cristo resucitado.”

   Su adhesión al Postismo reafirmó en ella el concepto de poesía como una actividad lúdica, festiva, teniendo como referentes clásicos la ingeniosidad verbal del Barroco, las sátiras dieciochescas o el esperpento valleinclanesco, sin perder de vista la poesía de tradición oral.

   Gloria Fuertes optó por la espontaneidad y la cercanía, por una expresividad más libre para que los textos fueran accesibles a un mayor número de lectores y consiguieran conmover y sorprender, sacrificando algunos rasgos estilísticos a favor de un discurso accesible que produce un comunión-comunicación instantánea con el lector. Su energía creadora, su capacidad para versificar era inagotable, escribía a diario.

AUTOBIOGRAFÍA

Gloria Fuertes nació en Madrid
a los dos días de edad,
pues fue muy laborioso el parto de mi madre
que si se descuida muere por vivirme.
A los tres años ya sabía leer
y a los seis ya sabía mis labores.
Yo era buena y delgada,
alta y algo enferma.
A los nueve años me pilló un carro
y a los catorce me pilló la guerra;
A los quince se murió mi madre, se fue cuando más falta me hacía.
Aprendí a regatear en las tiendas
y a ir a los pueblos por zanahorias.
Por entonces empecé con los amores,
-no digo nombres-,
gracias a eso, pude sobrellevar
mi juventud de barrio.
Quise ir a la guerra, para pararla,
pero me detuvieron a mitad del camino.
Luego me salió una oficina,
donde trabajo como si fuera tonta,
-pero Dios y el botones saben que no lo soy-.
Escribo por las noches
y voy al campo mucho.
Todos los míos han muerto hace años
y estoy más sola que yo misma.
He publicado versos en todos los calendarios,
escribo en un periódico de niños,
y quiero comprarme a plazos una flor natural
como las que le dan a Pemán algunas veces.

                                          © Gloria Fuertes

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